Marie me llamó.
el señor de la esquina estaba muerto. No era tarea de Marie notarlo. Era tarea
de la única enfermera que tiene todo el servicio. Ella debió notificar a los
médicos tratantes, cuando los parametros del monitor cambiaron. Lástima que
Ella, no estaba en la sala de los pacientes críticos: una habitacion de 4x4mt
cuadrados, con cuatro camas en las esquinas. De esas camas tubulares que
teníamos en la finca, con cabezal de arabescos decorativos pero infortunados a la hora de intubar.
Paredes blancas, con fuentes para conectar el oxígeno soplando todo el día por
las fugas, con frascos quebrados, amarillentos de tiempo y de guerra. Con
monitores de alarmas silenciadas para no infortunar a los huespedes con su
sonido ni tampoco con el incansable y agudo « ti-ti-ti » de un signo vital
alterado. Por eso, porque literalmente no se escuchan sino las moscas y uno que
otro paciente en delirio, ella no se dio cuenta de que algo estaba pasando. Ah,
y posiblemente porque ella estaba en otra habitación con seis pacientes, u otra
con dos pacientes o la VIP con un paciente; porque ella es la unica enfermera
para 5 habitaciones donde conviven entre 17 y 21 personas con el corazón
enfermo. Ella es la única que con su hijab le pone la cara a esa turno de 40ºC e infortunadas 24 horas.
La cuerda se
rompe por el lado débil, dice mi madre. Así, que ya con nuestro culpable
señalado podemos continuar nuestro ejercicio analítico. Tal vez, los médicos,
como en muchas culturas son semidioses, intocables, inmarsecibles tambien
tuvieron un poco de culpa. En su sala de descanso hay un pantalla plana de
14'', transmitiendo latido a latido la vida de los que yacen en las camas
arabescas. Sus compases, su respirar. Un
monotono reality show. Pero, la mayoría de las veces esa pantalla muestra nada.
Muestra nada, porque así fue decidido y programado. Posiblemente, para evitar
que los colores, las ondas y las luces titilantes distraigan al personal de su meta primaria, que a poco
tiempo de irme, aun no sé cual es.
Cuando Marie
atraveso la puerta apresurada, supe que algo no estaba bien. Hice el gesto
imperioso de correr intentando vender « esto es urgente » y sacar a mis colegas
del sopor. Llevaba 2 semanas practicando con ellos compresiones de pecho en una
almohada, manejo de la vía aerea en un elegante bolso de mujer, el cual,
dócilmente podia ser intubado. Quién sabe cuantos minutos llevaba en paro. Es
horrible tomar esas decisiones. Los médicos me miraban con ojos gigantes, como
de caricatura japonesa, preguntandose que hacer mientras mi alma se retorcía
preguntándose « deberían reanimarlo por propósitos académicos » ? y si es tan
demalas que vuelve a la vida despues de tantos minutos de mas alla con medio
cerebro frito ? y si no es él, como aprenderan a reanimar a alguien con buenos
chances ? que pensará él, que pensará la familia… entre pensamiento y
pensamiento, con Pepe'grillo dandome látigo solo dije : « quien es el líder » ?
(paréntesis :
médico es el que tiene con que pagar. Médico es el que quiere tener una calidad
de vida aceptable. Médico es el que tiene dinero para comprar su puesto en la
facultad, y contactos para mantenerlo. Así pues, médico no es el que quiere
untarse, el que quiere hacer, el que no le importa trasnochar, el que se
saborea una cerveza despues con su colega mientras literalmente llora por el
turno que acaban de pasar, por la incertidumbre, por la impotencia o por la
satisfacción – como con los que he tenido la fortuna de trabajar toda mi vida-)
Asi, que el
líder, fue el médico mas cercano al presidente y su círculo de arcángeles que
empezó a hacer compresiones en el pecho. Ya que las cosas habían sucedido me
deje llevar por la pasión y empezó el espectáculo. Me alegro que haya sucedido
de esa manera. Fue una oportunidad invaluable de practicar esas habilidades que
infortunadamente no hay otra forma de aprender. Reanimar, es como montar en
bicicleta : pedalee, caigase, evaluese, mejorese e intente otra vez. Siempre
siguiendo las ensenanzas de tu hermano mayor que ya ha caido muchas veces. Para
la medicina, el hermano mayor son los miles de estudios de colegas quemandose
las pestañas y mostrándonos lo que sirve y lo que no. Gracias señor de la
esquina, porque incluso en su transición fue capaz de aportar al bienestar de
otros. Eso es vivir y morir con sentido.
Hablaba con Marie
acerca del suceso. Fue algo de lo que me percate con el rabillo del ojo.
Mientras nosotros estabamos embebidos en nuestra reanimación académica ( sigo
juzgandome cuando lo digo) alguien de la comunidad estaba a mi espalda con su
gorrito azul, su bata de hospital y su Corán orando en susurros para acompanar
el trance de nuestro recién muerto. Tan
perfecto, tan oportuno, tan sigiloso, tan respetuoso que aun me conmueve. La
fotografía perfecta de la esperanza. No se que tipo de relación tengan esas
personas que oran con los enfermos en esta comunidad. Si son líderes o son
allegados al enfermo; lo que si sé, es que en este mundo paralelo que ahora
habito, es esa solidaridad de manada unida lo que los mantiene vivos y
luchando. En un mundo El señor del gorrito azul nunca sabrá, que no solo
iluminó el camino del que se iba, sino que su luz alcanzó para encender a los
que andamos de paso.