Doña Juana fue buena escuela, en todo el sentido de la
palabra. Aprendí como hablar más fino, como vestirme más bonito, como moverme
más candente, como hacerme más apetecible. Lo del movimiento se me volvió
trabajo, se corrió la voz de mis talentos dentro y fuera de la cama. Me hice a
una buena vida quitándome la ropa mientras las señoras compasivas me forraban
en billete.
Todas las mujeres, en este punto me sabían a lo mismo. A
trabajo! A ganarme el pan con el sudor (no precisamente de la frente). Había
buenos días, malos días.
Corrían mis 25. Había tenido uno que otro amor, pero todas
terminaban sacandome de quicio... Que te
vas a hacer matar maldita perra... (dos puños tres patadas), largate que no te quiero volver a ver.
Ese es el resumen ejecutivo de mi vida amorosa.
Hasta que apareció ella. Muy lindita, para qué! Con un
caminado que dejaba una estela de mariposas por donde pasaba. Jovencita, 16 años,
parecía sin las mañas de mis mujeres pasadas. La conocí una tarde de piscina
mientras bronceaba mi cuerpo para la estriptiseada de la noche, porque había
que trabajar.
La seguí con la mirada durante toda la tarde y ella pareció
disfrutarlo. Cuando se iba a ir, decidí también seguirla hasta su casa, pero
manteniendo mi distancia, para ir buscando información. A las dos cuadras con
una sonrisa pícara me dice ¨si me vas a perseguir, venite mas cerquita para que
se nos haga mas ameno el camino¨ y así, empezó mi historia de seguirla,
olfateando siempre su rastro de mariposas.
Karen... medio hippie, curiosa, viva. Medio rica estudiante
de medicina en la mejor universidad de la ciudad. Medio vagabunda, le decía que
sí a todo. Y yo embriagandome de su magia y de su libertad, que a la vez me
atraía y me desgarraba el saber que podía irse por el camino que había llegado.
No recuerdo la primera vez que le metí un golpe, pero se lo
debí haber metido antes. Fue la cura perfecta para enfrascarla, con mariposas y
todo. Por fín era mía. Mi mamá si me había hablando de las ventajas de un
correazo a tiempo. Cualquier manifestación de si misma a ese punto era
fácilmente quebrantable con un golpe de baja intensidad (aunque realmente, yo
prefería los de moderada cinemática). Verla vulnerable, sin ego, era los más
tierno y erótico que he contemplado en mi vida.
Como ya he hablando de mi crecimiento cultural y económico,
no me detendré en alardear de que ya tenía yo una discoteca arrendada en Santa
Fe, en la que se tranzaban toda clase de negocios. Los de la tía Beata, los de
mis chicos y chicas bailarines bajo comisión y los del desprevenido turista que
solo quería tomar una cerveza. A pesar
de que me habían ofrecido buena plata por mi Karen, nunca la presté. Era lo
único MIO que había tenido en mi vida, y no quería mancharla. Pero esa noche,
tuve otra idea...
Leonardo, era un buen amigo de Karen, desde épocas
escolares. El tipo este era buen trabajador, culto y divertido. Se mantenía sin
un peso por lo que siempre fue fácil de involucrar en mis asuntos. Cuidaba de
Karen como un ángel, con un amor de siglos, sin malicia y tenía el poder sobre
ella de ponerla siempre muy dadivosa y de buen humor. Era el eunuco chaperón perfecto.
Cerrada la discoteca esa noche se me ocurrió como se verían
de graciosos Karen y Leo en la cama. Es increible, como una sencilla epifanía
cambia el rumbo de las historias. En la discoteca le dije a Karen que se fuera
empelotando, que hoy le tocaba con Leo. Jajajaja, no se cual de los dos abrió
más los ojos. “Parce, no, yo a Karen la quiero mucho, mañana hablamos, que es
que usted esta farreado”.
Vea Leo hermano, o se la come usted, o me toca comérmela a
mi...
Pues mijo, cómasela usted que pa eso es el novio...
Ojos de tranquilidad en ambos inocentes rostros. Leo se fue
a dormir. Yo me quedé con Karen en la discoteca, ya vacía y cerrada.
Ella no se veía muy entusiasmada, pero había aprendido que
entre más rápido, mejor...Mas tiempo tenía para dormir y menos moretones que
maquillar al otro día.
Despacio la halé hacia a mi y comencé a besarla. La boca,
los ojos, el cuello. En los hombros desnudos, carnosos y jóvenes me gustaba más
enterrarle los dientes, me gustaba ella como gemía pasito. Agarrarle la espalda
desnuda y subirle la minifalda para pellizcarle las nalgas. Esas nalgas me
encantaban! Siempre será uno de sus más representativos recuerdos.
La senté sobre mí, y la abracé tan fuerte, tan fuerte que
sentí un par de huesos crujir. Nada serio. De acariciarla con mis uñas noté un
poco de sangre en mis manos; le había
lastiamdo la espalda. Tiernamente llevé mi boca a su herida y la lamí para
curarla. El sabor de su sangre me embriagó a tal punto que necesitaba más y más.
Sin darme cuenta, empecé a morderla, desenfrenado y ella a luchar entre mis
brazos. ¨ Mientras mas bravo el toro, mejor la corrida¨ decia mi abuelo. Ahora
lo entendía.
Mi orgasmo me encontró con ella aferrada a mi cuello con sus
dientes, a mi espalda con sus uñas en un climax simultáneo imposible de narrar.
Les toca creerme, que el cansancio de los amantes y mi abrazo fuerte al rededor
de su perfecto cuerpo fue mi sitio preferido para la eternidad. Con el aire que
me quedaba le susurré al oido “ Te Amo”.
La palabra que ella siempre ansió y que yo me negué a decir durante 3 años. El
momento había llegado. Karen me había hecho abrir los ojos al mundo y decidir
que con ella, podría dar el siguiente paso. No respondió. Cuando saqué su
cabeza de mi cuello, la vi hermosa, perfecta, con su boquita llena de sangre espumosa.
Será suya o será mía? Me pregunté. La besé y saboreé sus labios húmedos y
rojos... La sangre, era de ella, porque tenía ese mismo gusto embriagador,
enceguecedor que me había llevado a decir que la amaba. Ese vino escarlata me incendió
de nuevo, besarla, morderla, sentir su carne magra en mis dientes, sus tendons flexibles y perlados, su piel, sus uñas...
Todo lo disfruté por igual, todas sus presas. Su cara, sus piernas, su nalgas
fueron exquisitas. Yo, nunca antes había sentido tal satisfacción culinaria,
amorosa y pasional. Karen, me corroboró que las mujeres son para comerlas pero a
parte de ella, no le he podido encontrar el sazón a las mujeres.