Acabo de salir de una charla del Gurú de la felicidad. Me sorprende como a pesar de creer que sé todo sobre el tema, de definirme como una persona feliz y de creerme la última coca cola del desierto por saber el secreto; realmente necesito que me hablen al oído y me llamen a despertar. Este gurú se la ganó bien. Neil fue capaz de organizar un par de ideas que yo sabía que estaban mal planteadas. Sin embargo, no había tenido la claridad para organizar la ecuación, como él comercialmente lo llama.
Como niños nos venden que debemos trabajar duro, lo que nos equipará para ser exitosos. Una vez en la cumbre, tal vez podamos ser felices. Les contaré de mi amiga que fue en contravía. Imaginándose publicista en sus planes de adolescencia, ella lloró por horas porque no había pasado a publicidad. Terca como una mula, se presentó, madrugó, trasnochó con una disciplina que nunca le conocí durante los años de bachillerato, hasta que consiguió su conocimiento y título digno de publicista. Pocos años después, mandó todo a la porra, cogió su mochila y se fue a estudiar cocina. COCINA! que es de donde todas nuestras madres feministas han luchado por sacarnos. Esta rebelde, literalmente, fue hasta la Patagonia a buscar su camino, se tragó su orgullo social-demócrata y trabajó para la aristocracia. Amó, fue amada y se separó del amor para volver a lo que ella llama sus raices. Inicialmente fue su familia, sus amigos, su espacio, la magia de su ciudad. Ahora, ese reencuentro y búsqueda de su origen la llevaron a ser hoy por hoy un biblioteca andante (y parlante, déjenme decirles) de delicias colombianas, mexicanas y de la Pampa, que exitan no sólo el paladar y nos convocan a celebrar nuestros sabores, sino también nuestras historias. Historias tan a riesgo de perderse con el actual interés por otras sociedades con velocidades más aceleradas. Un amigo en común, predijo con años de antelación su éxito y le otorgó su nombre de estrella, que hoy estoy orgullosa de llamar: Dyor (D'or, del franchute de oro) me acompañó hoy mientras deducía está ecuación.
La solución es ir en reversa: respetar lo que nos haga felices con propósito (felices, no transitoriamente eufóricos) para llenarnos las baterías. Trabajar constante y juiciosamente (otra vez la palabra "Propósito" encaja bien) para descargar susodichas baterías. Finalmente este tira-y-encoge nos llevará a una vida exitosa (con propósito, llevándonos a la redefinición de éxito tradicional que está más relacionada con poder adquisitivo)
Buena suerte volteando la ecuación!