St. Catharines
Y se acabó el tiempo de Cuaresma.
Decidí durante estos días darme un tiempo para reflexión; para ello abstraerme de la red social que mas me entretiene. Hace un año hice un ejercicio similar, con magnificos resultados, entonces ya, al son de la repetidera va tomando matices de rito. No se si pasaron muchas cosas o sencillamente yo estuve presente para saborearlas. Mi hijito perdió el primer diente, mi adolescente salió de su guarida y a el Hombre que me Acompaña le salió una cana. Sin contar, que la medicina, la esquiva, volvió a dejarse atrapar.
En mi corre-corre colombiano sacrifiqué muchos momentos de intimidad con mi hija La Cascabel. Esa fue mi versión de "darle lo mejor". Trabajé incansablemente y proveí buena comida, buen techo, buena academia. En los ratitos de ocio, tan escasos ellos, me desvivía por hacerme memorable, dejarle esas marcas de niñez que se recuerdan con los ojos cerrados, un profundo suspiro y un esbozo de nostálgica sonrisa. (Momento para cerrar los ojos, y traer a su memoria una de esas imágenes como con filtro de polaroid. Comprobó mi teoría?) Canadá, ha sido literalmente, el otro lado de la moneda. Con todas las necesidades básicas cubiertas no tengo otra labor que "estar". Además, con las casi nulas oportunidades de trabajar en lo que medio se, para que atarme a un horario de oficina y tortura? De esa manera, pude presenciar como el diente #41 de mi hijo, Teo Corazón, empezó con su danza hace casi un año. Para ese entonces, yo me disponía a dejar mi familia por 6 meses en busca de una pruebita, un premio de consolación para mi renuncia como médica. Ante la inminente partida, le rogué a ese dientecito que no se cayera sin mí. El muy alcahuete me esperó casi un año para darme la dicha, el día de San José, de hacerme a él de un tirón. Ah, que vieran la sonrisa nueva que me celebra cada día.
Mi adolescente, La Cascabel, se mece entre dos tempos: la cadencia del allegro de la infancia y el andantino de la juventud. Ella se las arregla para que tanta belleza pase como un Requiem. Entre tanto estímulo, su cuarto se volvió su guarida, dejaron de ser mis brazos los que la acunan. Solo en tiempos de infinito frío vuelve a ellos, o cuando el sueño la llevan sin querer a dibujar en ellos mi vientre. Cada vez pierdo más la oportunidad de abrazar a mi niña; pero directamente proporcional crece mi admiración por esa mujer. En esta Cuaresma, lenta y desconectada, esa pequeña gigante salió de su guarida, se unió a una nueva manada y anda ahora entre las mieles y hieles de pertenecer a una sociedad; mientras yo, disfrazada de Uber me convertí en su transporte para disfrutarme la vista de su sonrisa en el retrovisor.
Tengo miedo de envejecer. Esta situación de espectadora, en vez de actriz, me place pero me atemoriza. Tengo mucho tiempo libre para contarme las canas, hacer la cartografías de mis arrugas, ver mi masa muscular despedirse para darle paso a un sindicato inmisericorde de adipocitos. Acostarme cada vez mas cansada, incluso postergando el disfrute del Hombre que me Acompaña, cambiando su sexo por un abrazo. Por otra parte, eso que en mi me perturba, en él me maravilla. Haber sido complice de la desaparición de su chocolatina abdominal, colorear cada noche sus ojeras después de la jornada, arar sus patas de gallina con cada carcajada, se me han vuelto trabajos del corazón. Amo a este hombre, que como la vida, me cambia constantemente el escenario. El Hombre, tiene una cana. Para la población en general no debe ser gran cuento pero en la cabeza libre e inmaculada de todo pecaminoso folículo capilar, una cana de mi amado, es la ejemplificación de la creatividad y el sentido de humor de Dios. En este caso, una cana es una locura de amor.
Por último, volviendo a la letanía de congojas por no practicar medicina (casi tan intensa como el santoral de frustraciones y satisfacciones que produce ejercerla), el recuerdo de mis pacientes sanandome sin saberlo me persigue. Desde aquel de urgencias a las 3:00am preocupado porque "es que si cierro los ojos y no veo" (sigue siendo el Top 1 de Los Mas Descabellados) hasta los últimos en Chechenia, humanos llenos de nada excepto de aterosclerosis, amor y fe en su Dios, dignos representantes del Islam y las 4M (machos, mandones y muy musulmanes) que se rindieron a la ternura y rompiendo todas las reglas de contacto y relaciones con las féminas, me abrazaron en agradecimiento de haber dejado mi familia y haber atravesado el globo terráqueo para ofrecerles mi atención médica y mi sonrisa. De ellos, me queda, evidencia fotográfica de que Alá, también tiene su lado amable. Así, con toda esta añoranza por mi vocación, noches en vela, +$15K en prestamos aquí y allá para pagar los exámenes de homologación, tiquetes aéreos, hospedaje, multiples cartas de rechazo de los programas, ego y nariz quebrada de puertas cerradas... Soy lo que quiero ser, y lo seguiré siendo: empiezo mi especialización en Salud Familiar en la Universidad de British Colombia. Yeiiiii! Momento de recoger carpa y cambiar de camping. Me voy con mis amores para Vancouver.
Entre tanto: acaso les conté que vi a Santana en concierto?