Enfrentando el dilema de ser nada
Con mi rol de inmigrante, ha venido un cambio radical en mi
agenda cómoda y rutinaria que me ha permitido explorar las muchas otras
Crystales que me habitan. De eso se trata este blog. De un ejercicio
personal, indisciplinado, sincero y sin
pretensiones, para hablarme y escucharme; para reunirme con esa mujer a la que
le debo tanto y de la que el frenético ritmo de mi vida pasada me mantenia
alejada. Ahora, en un perfil público para sentir las voces de los que me han
acompanado y las caricias bondadosas de desconocidos.
Esta es mi segunda entrada. Durante la semana espere la
epifanía de mi Nuevo tema. Pero no llego. Lo lamento. Estos ciclos femeninos
son tan radicales e impredictibles, que hoy, me considero estéril.
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Enfrentando el dilema
de ser nada
Hay días como hoy donde no soy nada, ni siquiera la nada que
no quiero ser. No tengo energía para trabajar en mi plan macabro de conquistar
el mundo, ni tampoco para resistirme a ese status quo bello y apasionado donde
forcejeo para no ser poesía.
Tengo días como la primavera llena de semillas fértiles que
planto y planto y planto. Mágicos, vitales, creativos casi divinos. Días en que
entiendo la Unidad, el amor, la compasión. Donde veo todo conectado por haces
de luz.
Tengo días cálidos de verano arrollador, apasionado, rojo de
piel. Pelo recogido desordenado, poros clamando a gritos por caricias y saliva,
un volcán de piernas atadas como quien tiene urgencia esperando derramar su
lava para estremecer la tierra. Días de
pilo-erección.
Tengo dias otoñales, ocres, románticos y taciturnos.
Nostalgia y bohemia donde puedo serlo
todo, pero con la bendita gana de ser nada. Me cuesta acallar tanta saudade
vivida. Una lágrima en el ojo y una sonrisa en el alma de complencia cohabitan.
Recordando aquel cafecito en Paris con el Gorrion cantando La Vie est Belle reviviendolo como si fuera ayer, aunque nunca haya sido.
Tengo días invernales, fríos y despiadados, de lagrimear
hasta los tuétanos, de lavarme las heridas con mi propia savia. Días en que me
miro al espejo a contemplar como me despellejo, quemada, ardiendo. El cuerpo se
me derrite entre gritos de horror mientras las visceras exangües quedan
esparcidas por el suelo.
Y tengo días como hoy, días que no tengo. Viendo mi fantasma entre rosas disecadas; entre moscas y gusanos que reniegan a carcomer mi
podredumbre, después de que la Primaveral tomo mi magia, la Veraniega mi belleza,
la Otoñal mi poesía y la Invernal mi propia muerte.
Soy una conveniencia histórica, como un biciesto, que se
ajusta a los recovecos donde el vacío no se siente a gusto. Por ende, propugno hoy que la conjugación del verbo
vivir, en si mismo es insignificante; hoy estoy viva, pero sin vida. No regocijo, no desolación no porvenir. Me
siento entonces, invisible, a esperar que llegue la primavera.